
Coger un autobús no debería ser una amenaza para la vida. Pero para una mujer de 23 años, correr hacia el autobús podría haberle costado todo.
Tras apresurarse a subir a bordo, cayó inconsciente, dejando el brazo extendido más allá de la puerta. Sin saberlo, el conductor cerró la puerta y se dirigió a la siguiente parada, a unas dos décimas de milla.
La pasajera recibió una descarga eléctrica que la despertó gracias a su AICD, que llevaba debido a antecedentes de miocardiopatía hipertrófica obstructiva. Al recobrar el conocimiento, se dio cuenta de que su antebrazo seguía fuera del autobús.
En el servicio de urgencias, los médicos comprendieron rápidamente la gravedad de sus lesiones: fracturas abiertas, laceraciones múltiples y lesiones en los tejidos blandos. Una posible complicación importante de su operación era el síndrome compartimental. El equipo médico sabía que tenía colocado un AICD, pero no tenían acceso a ninguna de sus notas cardiológicas. Su suerte mejoró cuando la trató el anestesista Jeff Gonzales, MD, MA. Tras anotar los antecedentes de la paciente y realizarle una exploración física, el equipo analizó los riesgos, beneficios y opciones de su plan anestésico. Teniendo en cuenta sus antecedentes cardiacos, la urgencia de la operación y los posibles riesgos de la reparación quirúrgica, el Dr. González optó por un bloqueo nervioso periférico. Basándose en sus años de experiencia y en un sistema de ultrasonidos en el punto de atención, el Dr. González guió cuidadosamente la aguja para lograr con éxito un bloqueo nervioso completo del brazo. La operación duró dos horas. A los 45 minutos de la recuperación, la paciente podía mover el brazo. Unas horas más tarde, recuperó la sensibilidad en el brazo. Y en el tiempo transcurrido desde aquel corto -pero accidentado- viaje en autobús, se ha recuperado totalmente.
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